sábado, 27 de febrero de 2010

LEYENDA DE SAN LITA


Leyendas de San La Muerte

Como Leyenda, hay varias, las que dan origen al “Santoral profano” correntino. Cada indio que se llevo una imagen, tallada por sus manos, tubo una conciencia distinta de su santo, o de su dios o de su protector.
En el Culto a San La Muerte, las leyendas son varias, aquí quiero reseñar las que han llegado a mis oídos. Estas leyendas pueden ser distintas unas de otras o simplemente ser la continuación, en distintos tiempos de una misma historia.
Cuenta la leyenda que la tribu de los Guacarás que tuvo su asentamiento en lo que es hoy Santa Ana de los Guacarás, que cuando se fueron los Jesuitas, los indios tomaron las imágenes de la iglesia, en una de ellas había un tríptico en donde estaba representaba la Tentación de Jesús en el pináculo del Templo de Salomón. Con los personajes de: Jesús, El Diablo y la Muerte y la victoria de la Muerte a cambio de un traspié de Jesús. Los indios se repartieron el tríptico formado por tres tablas talladas por ellos y de esa manera se fueran y cada uno por su lado le siguió efectuando cultos pidiéndoles protección y todas las gracias que necesitaban. Esto dio origen a lo que hoy se conoce San Diablo (la tabla con la imagen del Diablo); a Jesús que no sufrió demasiadas transformaciones y a San la Muerte (también de la tabla con la talla de la Muerte).Luego cuando vuelven los salcedotes a ejercer los oficios religiosos, estas santificaciones se adaptaran en las capillas cristianas.
Otra Leyenda data de una antigüedad mayor que la anterior. Cuenta la leyenda que existió una vez un rey que fue famoso por ser justo en administrar justicia. Este rey muere y va al cielo, En presencia de Dios, éste reconoce lo justo que había sido en la tierra cuando administraba justicia, y le pide que lo ayude en una labor en la cual él iba a ser idóneo para esta tarea, le encomendó el cuidado de la vida y de la muerte de los humanos. Dios lo llevó a un lugar del cielo en donde había un sin fin de velas encendidas, allí le ofreció un trono, las había, as largas y mas cortas, había velas mas grandes y mas pequeñas. Dios le dijo “-¿Ves todas esas velas encendidas…? pues esas velas son la vida de los hombres de la tierra. Tu Labor será que cuando una de las velas se termine de consumir, tendrás que bajar e ir a buscar su alma para conducirla ante mi presencia. Mientras las velas estén ardiendo esas personas están vivas, una vez que haya consumido, es cuando se acaba el tiempo para esa persona, como ves, hay velas mas grandes y velas mas pequeñas, no todos no tienes el mismo tiempo de vida allí en la tierra”. Así por orden divina se convirtió en el ayudante en el ayudante de Dios para controlar la existencia de los hombres. Sus devotos se encomiendan a él en la vida y para que los proteja en la hora de la muerte.
En los Esteros de Iberá se cuenta otra leyenda, o que dije, otra parte de una misma leyenda que forma la historia de este Santito: Cuentan los lugareños que en la región, hace 150 años aproximadamente, había una prisión en donde estaban albergados los leprosos. A estos, por miedo al contagio, los tenían apartados de los demás reclusos, en una edificación alejada, En el pueblo existía un “Payé” (medico brujo), unos dicen que fue un monje Franciscano o un monje Jesuita que cuando Carlos III de España los expulso de la región, se quedó en el lugar para ayudar a los indígenas. Este Payé era conocido por su poder de curación, a través de la administración de yuyos, brebajes, curaciones “de palabra” y oraciones, la administración de una “agua curativa “su gran amor al prójimo, en cual abarcaba también a los leprosos cuando éste se adentraba en sus celdas para ofrecer agua a los enfermos en la culminación de sus vidas por medio de la enfermedad.
Este monje era poco para toda la comunidad. Sus tareas se debían multiplicar para dar auxilio a todos los que requerían de su ayuda para curar males del cuerpo como así también males espirituales, o bien sacarle “algún daño” a una persona que había sido victima de algún “ojeo”, por otra mal intencionada. El Payé se hacia su tiempo para correr hasta la orilla del río (o Laguna), sentarse bajo algún árbol frondoso, ponerse en cuclillas, y meditar mirando correr el agua.
Todo seria igual, con la monotonía de siempre, ayudaba a las personas del poblado y de los que venían de la selva; llevando el agua para calmar la sed de los enfermos en el leprosarío; tomándose el tiempo para descansar su delgado cuerpo a la sombra de un árbol en la orilla del río. Hasta que, llegaron al lugar nuevamente los salcedotes cristianos, que volvían a retomar la empresa comenzada por los misioneros.
Los sacerdotes al enterarse de la presencia del Payé, confabulan con las autoridades y hacen poner preso a éste, y lo encierran en una celda con los leprosos. El Payé, sin oponer resistencia se deja conducir, que lo encierran. Pero en protesta hace ayuno y de pie. Apoyado en un callado (bastón largo que utilizan los pastores o los viajeros para ayudarse a caminar), de pie, hasta que la muerte le llega en un momento. Nadie se dado cuenta de su muerte hasta luego de un tiempo prolongado cuando abren la puerta de su celda y lo encuentran muerto, de pie con su túnica negra, apoyado en el callado (que tenia forma de L invertida) sus carnes consumidas, era solo su esqueleto cubierto por la piel.
El apodo de Señor La Muerte puede venir, porque Payé, se ocupaba de las personas con lepra, (que en esa época tener esta enfermedad, la cual no tenía cura, era una sentencia de muerte segura).
Otra versión de la misma leyenda cuenta que el hijo de un cacique, joven y fuerte estaba protegido por Yasi (La Luna), que le habla enseñando a fabricar un amuleto protector. Su madrastra era iniciada en el culto a Aña (el Diablo), envidiosa por la suerte de Payé, por la valentía y el coraje de éste, quería todos los atributos para su hijo. Una noche mientras dormía, su madrastra le robó el amuleto. Desde entonces Payé que era invencible, comenzó a debilitarse corriendo peligro de muerte. Entonces Tupá (Dios supremo de los guaraníes) le envía un ave que le revela al joven Payé lo ocurrido y como recuperar el amuleto y recuperar su salud y gallardía. Mientras la madrastra enloquecía de envidia.
De la misma leyenda, al sufrir deformaciones por la divulgación de boca en boca, de generación en generación, he encontrado que los guaraníes enterraban a sus muertos en posición fetal, porque decían que la vida volvía a reciclarse, y de esta manera la persona se preparaba en la misma posición que tendría en el vientre de la madre para volver a nacer. Esta posición muchos la comparan con la imagen de San la Muerte en cuclillas o en posición fetal, asimilándose a la forma de Payé cuando iba a orillas del río a meditar o descansar, además de ver su esmirriado cuerpo “parecido a un esqueleto” con la capa de piel sobre los huesos. Esa Imagen con el tiempo se pudo haber deformado por la tradición oral cuando se decía “tan flaco que es todo huesos vestido con una capa negra, parece un esqueleto con túnica…”
Sin desdeñar otra información, los lugareños les han dicho a los recopiladores de datos y leyendas en Corrientes y sus alrededores, que el culto a San la Muerte se produce a partir de la expulsión de los Jesuitas de la Cuenca del Plata por orden de Carlos III de España.
Un dato para tener en cuenta es que durante la permanencia de los Jesuitas en la región guaraní, estos tenían una imagen de Cristo sentado con la barbilla apoyada en las manos y dos codos apoyados en rodillas. A este Cristo se lo llamaba Señor de la Humildad y la Paciencia, e incluida en el santoral cristiano, venerándose el 15 de agosto su conmemoración. Es de ahí que en algunos lugares se los venera a San la Muerte ese día, sincretizándolo con el Señor de la Humildad y la Paciencia.
Pero generalmente la fecha de veneración en donde los “prometeros” les rinden culto es el día 20 de agosto.

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